Ya ha pasado un año desde que la selección española de fútbol conseguía su éxito deportivo más importante de todos los tiemp...

También nos acostumbramos al éxito

















Ya ha pasado un año desde que la selección española de fútbol conseguía su éxito deportivo más importante de todos los tiempos, el título de Campeón del Mundo de fútbol. Un galardón que se nos había escapado en otras oportunidades, seguramente porque había otros equipos mejores o porque no teníamos la mentalidad ganadora suficiente para alcanzar un triunfo semejante.
Vicente del Bosque le ha entregado a este puñado de futbolistas la confianza suficiente para soportar la presión y la confianza necesaria para desarrollar las virtudes que ya descubrió Luis Aragonés tres años antes. Incluso han superado con creces el aburrimiento de los amistosos y después de dos derrotas abultadas tras el cansancio de las celebraciones por la solemne victoria, nada más conseguirla y para rentabilizar económicamente el título. Ahora, España camina con paso firme a revalidar el entorchado europeo y es la mejor selección del mundo, con una capacidad de crecimiento realmente interesante.
Decía el otro día el técnico salmantino que estaba en el tiempo de aumento, en la etapa final de su carrera. Pero también comentaba con acierto que los últimos minutos minutos podían ser brillantes o tristes y que él deseaba que fueran felices y llenos de satisfacción.
Recuerdo que el año pasado disfrutaba de las vacaciones de mi vida en un viaje de una semana a Nueva York con mi mujer y con mi hijo. Vimos la primera fase del mundial en Manhatan y en Washington, con la decepción de la derrota contra Suiza y la emoción de ir superando el pesimismo con victorias ajustadas y la recuperación del juego peculiar y brillante que nos había llevado a ser candidatos al trofeo. Resultaba curioso ver a España en Sudáfrica desde los Estados Unidos en horario de mediodía o sobremesa, por la diferencia horaria. Ya de vuelta, en mi casa, sufrí con mi familia la semifinal y la final, con los nervios y la desazón que supone ser un simple aficionado. Porque a mi lo que me divierte es transmitir los partidos, me dejo llevar por la ansiedad o el aburrimiento cuando los veo a través de la pequeña pantalla. Fue algo importante, que jamás se me olvidará, y aunque no tuve la oportunidad de radiarlo lo viví con muchísima intensidad al lado de mis seres queridos.
Un año después nos hemos acostumbrado al éxito. Se ha mantenido la base del combinado nacional pero también se han ido introduciendo cambios necesarios que han refrescado el vestuario. Todos son importantes pero nadie es necesario y existen recambios para las ausencias, cuando éstas se produzcan, o para el recambio generacional. Y lo mejor de todo ha sido la victoria de la selección sub 21 de Luis Milla en el europeo de Dinamarca, que deja bien a las claras que España es una potencia mundial con credibilidad y futuro.
Y eso que la bipolarización de nuestra Liga es algo negativo, empobrece el fútbol en una Primera División donde el resto de los clubes apenas pueden hacer nada que evitar ser goloeados por el FC Barcelona o el Real Madrid. Un montón de clubes sumidos en proceso concursal, cientos de millones de deudas, proyectos condenados al fracaso y una crisis difícilmente superable. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato? La Liga de Fútbol Profesional ha puesto un plazo hasta 2014 para que los clubes regularicen su situación, afronten los pagos y no dejen a deber a sus futbolistas. Desde entonces, supuestamente, habrá descensos, sanciones e incluso desapariciones. Convendría echarle un vistazo al fútbol alemán, donde han perdido competitividad en los últimos años pero han ganado en capacidad de negocio y en equilibrio deportivo y mediático.
Curioso, mientras el fútbol español está en crisis, la selección española lleva dos años como mejor equipo del planeta en el ranking FIFA y uno con el título de campeón del mundo. Una paradoja que debería dejarse arrastrar por el lado positivo del acontecimiento y no dejarse condenar al desastre de un pozo sin fondo que supone el complejon y oscuro mundo de la Liga.

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