Conseguir los tres puntos frente al Real Jaén era un fin en sí mismo. Al margen de jugar bien, de crear ocasiones de gol o de dominar el pa...

Tan cerca, tan lejos


Conseguir los tres puntos frente al Real Jaén era un fin en sí mismo. Al margen de jugar bien, de crear ocasiones de gol o de dominar el partido. Por eso mismo, que el encuentro fuera aburrido, sin tensión ni calidad, importaba muy poco. O que el adversario llegase a jugar mejor el balón, o desperdiciase dos claras ocasiones de marcar. El único objetivo era la victoria y a estas alturas los tres puntos siguen alimentando las ilusiones de muchos zaragocistas.
Los empates de Vitoria y Soria fueron pobres y con muy escaso valor, arrancados después de mucho sufrimiento y arrojando por la borda un triunfo que hubiera servido de mucho para la segunda opción, que no es otra que conseguir un puesto en la promoción. Ganarle al Éibar fue providencial y retomar el sabor por el triunfo en el estadio municipal, un sorbo de agua para seguir bajo el implacable sol del desierto.
Solamente nos queda seguir hacia adelante, sin conocer el futuro. Sin saber si esta lucha contra el destino valdrá para algo o el club desaparecerá, como venganza de García Pitarch a Agapito, o como actitud de despecho del máximo accionista contra una masa social que no le perdona su paso por el club. Incluso que el tinglado se desmorone por sí mismo, al no poder aguantar embargos, denuncias o impagos.
Corren malos tiempos para el zaragocismo, ahogado en su propia sangre, derramada por la voracidad de quienes han pretendido desnaturalizar la esencia del sentimiento futbolístico para su propio provecho. Ahora, en las oscuras cloacas del desengaño, la crispación y el hastío llaman a la desunión. Y al mismo tiempo, aún hay quien pretende sacar tajada de este descalabro.
El domingo hay que ganar, como sea. Porque cada victoria enciende una llama en el estéril corazón de los jugadores, hace más fuerte al entrenador y nos acerca a la promoción, triste objetivo casi imposible que provoca sueños en la buena gente que siente en su pecho el escudo del león.



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