La verdad es que me apena profundamente escribir sobre la situación actual del Real Zaragoza. La caída libre parece no tener final y la an...

¡Qué bajo hemos caído!

La verdad es que me apena profundamente escribir sobre la situación actual del Real Zaragoza. La caída libre parece no tener final y la angustia de la afición es literalmente insoportable. Tanto, que muchos prefieren olvidar la realidad y cerrar su corazón a una emoción tan fuerte como su zaragocismo. Para no sufrir con la constante humillación y vergüenza de resultados impropios para la categoría del club.
Es cierto que no se puede vivir del pasado y que el momento es lo que importa. Pero la tradición, la historia, el palmarés, también forman parte del presente y se debe defender el honor con dignidad. La que no han mostrado los miembros de una plantilla vulnerable, sin capacidad de reacción y sin la valentía suficiente para competir. Desde hace siete tempopradas el declive es tan brutal que las plantillas empeoran cada año, del mismo modo que los resultados y las expectativas. Aunque los optimistas y los tontainas, que aún quedan algunos, nos inviten a creer que las cosas se resolverán por sí mismas y que tenemos que enviar un mensaje optimista a los seguidores blanquillos. Pero yo no quiero mentir y digo lo que pienso, cuidando mis palabras y procurando no caer en la melancolía y la desesperación. Y la pinta que tiene esto es muy mala, de tal manera que en estos momentos el club tiene que plantearse luchar por la permanencia y eludir el descenso a segunda B, que sería el final de un camino cada vez más escarpado y tortuoso.
La actuación del Real Zaragoza en el Nuevo estadio de la Victoria es indignante. Desde el comienzo hasta el final. Ante un recién ascendido, con la gran mayoría de sus jugadores debutantes en la categoría, le dieron un revolcón al equipo de Herrera dejándole con las vergüenzas al aire y golénadole sin dificultad. Jugando al fútbol y con desparpajo, ante las facilidades de un equipo, como he dicho en algunas ocasiones, sin cerebro, sin corazón y sin alma.
Así las cosas, habrá que esperar acontecimientos y ver lo que dura Paco Herrera, completamente superado por los acontecimientos y rendido ante la situación que vive el vestuario, tan desconcertado como hundido. hasta el mercado de invierno aún queda mucho y con lo que hay, está claro que no se puede ganar a nadie, ni en la Romareda ni fuera de ella.

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