Reconozco que tengo debilidad por la mitología clásica, donde se exponían las miserias humanas a través de dioses crueles y lascivos, mucho ...

La Caja de Pandora

Reconozco que tengo debilidad por la mitología clásica, donde se exponían las miserias humanas a través de dioses crueles y lascivos, mucho más humanos en el peor sentido de la palabra que los pobres mortales. Además, si me apuran, muchas de las narraciones escritas hace ya varios miles de años tienen vigencia en la actualidad porque los hombres somos iguales y tenemos los mismos instintos que en la antigüedad, a pesar de nuestra superficial capa de educación y tecnología. Una de mis lecturas favoritas desde muy joven es "La Caja de Pandora" porque su interpretación se presenta muy abierta a la ambigüedad y solamente encajando todos los argumentos, con una gran capacidad de análisis, puedes encontrar una luz que te guíe en la oscuridad. Aunque ya se sabe, "la luz que ves al fondo del túnel, es la del tren que viene de frente".
Cuenta el mito que Zeus, molesto con Prometeo por robarle el fuego al Rey Sol y entregárselo a la humanidad, encomendó a Hefesto que modelase con arcilla una doncella de belleza extraordinaria y le diera vida. Afrodita le aportó la sensualidad, Atenea el conocimiento de las artes y Hermes la seducción, la manipulación y la inconstancia. Sería un caramelo envenenado para el hombre que recibiría las desgracias más terribles envueltas en la belleza. Es decir, muy similar al Génesis del Antiguo Testamento donde Dios creó a la mujer a partir de una costilla de Adán y fue Eva la que le convenció para que mordiese la manzana prohibida y fueran expulsados del Paraíso
Pandora, y seguimos con las cosas del Olimpo, llevó a casa de Prometeo una caja con todos los males y todas las bendiciones del reino celestial. Presa de la curiosidad, otra característica atribuida a las mujeres, un día la abrió y se dispersaron por el mundo toda suerte de desgracias. Presa del temor, cerró la tapa con tan mala suerte que la esperanza quedó atrapada en ella. Para algunos, es signo de la condición humana; para otros, motivo de alegría porque podemos acceder a la esperanza si nos atrevemos a abrir otra vez la caja.
El domingo, en la Romareda, el Real Zaragoza ofreció ante los pocos aficionados que acudieron al estadio, una caja similar donde solamente con inteligencia, concentración, intensidad y carácter, podrían haber ganado el partido. Pero en esta oportunidad no había nada en su interior, ya que la esperanza había muerto de inanición después de tanto tiempo oculta. Y como si de otro suceso mitológico se tratase, la desolación proyectada por la afición zaragocista llenó el espacio vacío que se convirtió en plomo cubriéndola completamente y sin que ya sirviera de utilidad.
 

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