Faltan cuatro jornadas de Liga para terminar la temporada y todo puede pasar. Por abajo la gente se va despabilando y se consiguen resultado...
Necesidad
Nadie podrá decir nunca que la Romareda se ha rendido o no se ha volcado en apoyar a los suyos. Pero ni aún así se mejora una racha irregular que hace del viejo coliseo zaragocista un lugar favorable para cualquiera. La sangría de puntos en casa es terrible, más aún cuando hablamos de Segunda División y de equipos cuya trayectoria en esta liga, no ya en su historia, ofrece un equipaje pesado. El estadio parece en ruinas en cuanto a su aspecto exterior e interior, y un lugar de fácil saqueo para cualquier equipo que llegue sabiendo las inmensas carencias de esta plantilla. No hubo tantas diferencias entre un candidato al play off y otro que se debate en salir de las profundidades. Que la liga sea tan barata, que la promoción sea tan débil en cuanto a calidad y proyeccción de futuro, aún hace más agónico el paso del Real Zaragoza por esta categoría.
El Real Zaragoza tiene la necesidad de tres o cuatro puntos en las últimas jornadas de Liga. y no sé dónde va a poder conseguirlos. Llegar hasta aquí de esta manera es agotador y que el premio, en el mejor de los casos, sea otro año más en Segunda teniendo que cambiarlo todo con urgencia para afrontar la próxima temporada, parece una pesadilla.
No lo sé, empieza una semana muy dura de nuevo, con el cansancio arrancando las escasas esperanzas de un final tranquilo.
Salir derrotados del campo municipal de Reus fue un golpe inesperado. Sin desmerecer al equipo catalán, que también se jugaba la permanencia...
Estremecidos
El cambio de sistema con la inclusión de Samaras no funcionó aunque el griego se comprometió durante todo el partido e hizo lo que pudo. Pero Ángel no estuvo afortunado, las bandas no ocasionaron peligro, el centro del campo no creó juego y la defensa falló otra vez más de lo permisible. Mal partido, solamente un par de ocasiones a favor y un equipo adversario que táctica y físicamente sabía lo que hacía aunque sin calidad ni pegada.
Superado este triste episodio, de cara al próximo compromiso en el coliseo zaragocista, no tengo ninguna duda sobre la respuesta de la afición el viernes en el crucial partido contra el Cádiz. Veo a la gente en los desplazamientos, en la Romareda, por la calle. Leo sus opiniones en las redes sociales, hablo con ellos. Jóvenes y mayores, hombres y mujeres, eruditos y gente sencilla. El poso de los seguidores zaragocistas es de un calado profundo, sin reticencias ni tonterías. Existe una pena muy honda, una insatisfacción evidente, un dolor insoportable. Pero el viernes se concentrarán con toda la ilusión que puedan compartir con los que estén a su lado para colaborar en un triunfo necesario, agónico, dramático. Escribo estas lineas de noche, ya el 10 de mayo. Cuando se cumplen veintidós años de la mayor gesta zaragocista de su historia. Y cuando ahora nos arrastramos por la peor época de los últimos setenta años del club. Jamás pensé en que esto, lo que estamos sufriendo los últimos años, pudiera ocurrir. Ni que llegaría a celebrar una victoria con tantos deseos como esta. Pero es lo que nos ha tocado vivir y debemos asumirlo y superarlo. Y cuando se consiga, pedir explicaciones y exigir los cambios profundos y necesarios que se precisan para no continuar en el infierno.
Sexta derrota del Real Zaragoza en la Romareda, que ha dejado de ser desde hace varias temporadas un emblema para degustar las victorias del...
Incertidumbre hasta el final
César Laínez ha sustentado su liderazgo en el sentido común, el cambio táctico y la normalidad a la ora de asumir sus compromisos. Dentro de la tremenda exigencia que él mismo se ha impuesto, sin que necesite ningún estímulo exterior o de dentro del propio club para capitanear un ejército quebrado emocionalmente y sin fuerzas para llegar al final de cada batalla. Pero él no hace milagros ni es capaz de cambiar la realidad. El Getafe dispone de una plantilla más amplia, de jugadores de mayor calidad, de un entrenador que ha impuesto un sistema propio de Segunda División para luchar para el ascenso y de una situación económica más favorable. Y que, pudiendo ceder finalmente un punto, se llevó los tres porque en la segunda mitad fue claramente superior. Por sus méritos o por el miedo escénico y la escasa fortaleza de los jugadores locales.
Ahora queda el resto de los capítulos de esta historia. Donde habrá que sumar los tres puntos de Reus, un equipo recién ascendido y que fue revelación en la primera vuelta. Cuyo entrenador parece que es el candidato al banquillo zaragocista y que puede quedar aún más abajo que el Real Zaragoza. Y luego, otros adversarios que serán todavía más complicados y que cada partido harán más tenso el ambiente y necesario el triunfo. Porque por abajo se están desperezando y los de arriba tienen más recursos que nosotros para ganarnos en su terreno de juego en la propia Romareda.
Así las cosas solamente resta entregarse a fondo en cada uno de los compromisos como si fuera el último. Y cuando termine la temporada, con la seguridad de disputar la quinta temporada consecutiva en Segunda División, hacer de una puñetera vez las cosas bien para intentar competir por el ascenso y regresar de donde jamás debimos partir.
Gol a gol, paso a paso. Dejando la portería a cero y sufriendo como perros. El premio es tan indigno como la realidad actual del Real Zarago...
Dos goles, seis puntos.
Se ganó en la Romareda al Mallorca, cuyo futuro a nivel institucional es terrible si tenemos en cuenta la falta de apoyo de la afición bermellona, el estado de profundo deterioro de la entidad y sus escasas posibilidades de encontrar soluciones válidas a corto plazo. También se sumaron los tres puntos en Anduva, donde Pablo Alfaro se jugaba a cara o cruz una de sus últimas ocasiones para evitar el descenso. Con sufrimiento, pidiendo la hora, con marcadores muy ajustados... Es verdad, pero no es menos cierto que la apariencia de peligro es más producto de nuestra desconfianza que real sobre el terreno de juego.
César ha conseguido darle un punto de sensatez y coherencia al equipo, ordenando tácticamente a sus futbolistas sobre el terreno de juego y evitando poco a poco el exceso de nervios en los agónicos minutos finales. Habla con claridad, impone desde el sentido común y ejerce de líder. Sabe expresarse ante los medios de comunicación y tiene muy claro que desea ser un hombre de club, por encima del paso de los entrenadores. No merece ser uno más, utilizado hasta que se sumen tres o cuatro derrotas para seguir devorando el club técnicos y proyectos. Con César como un puntal dentro del cuerpo técnico, el trabajo que ya está desarrollando Lalo Arantegui y tiempo suficiente para organizar de una vez la confección de una plantilla competitiva, los errores de los últimos años no tienen que volver a producirse.
Eso sí, aún está latente la amenaza económica y que ha pasado a un segundo plano de la actualidad a causa de la caída provocada por la insistencia en no cesar a Raúl Agné cuando se marchó, alabado sea Dios, Narciso Juliá. Que no es moco de pavo y va a exigir tomar decisiones a los miembros del consejo de administración. Por encima de egos, personalismos o intereses propios de cada uno. Allí es donde se tienen que dirigir sus esfuerzos y dejar trabajar a los profesionales del balón redondo en su parcela.
No parece posible que en esta segunda división marcar dos goles fuera de casa no te aseguren la victoria. Y menos ante uno de los equipos qu...
El equipo está descoyuntado
Estamos acostumbrados a pensar cuando se consigue una victoria que, a partir de ese momento, cambiarán las cosas. Esta temporada no ha ocurr...
Cuestión de fe
No pudo ser un aniversario más cruel y despiadado. Se cumplían 85 años de la fundación de un club con raíces centenarias y con el deseo de s...
Hundidos en la tragedia
Absurdo, vergonzoso, humillante e impropio en un escenario donde se han librado batallas épicas y donde el deshonor corroe ahora sus cimientos. En una Romareda mortalmente herida, que cierra sus ojos a lo que ve, su corazón a lo que siente, su inteligencia a la que se insulta desde hace años. La gente se marcha sin apenas protestar, huyendo de semejante sonrojo que destroza los sentimientos de los más veteranos y de los más jóvenes, maltratados desde fuera y desde dentro, incapaces de asimilar tanta desgracia inexplicable.
Jamás había transmitido a través de las ondas de la radio semejante mensaje de incompetencia, de falta de capacidad, de negligencia absoluta. En un clima de fracaso y hundimiento que parece imposible de detener. El equipo se precipita al descenso después de unos números miserables que hacen de esta etapa la peor en la historia del club. Y es doloroso narrar, expresar con palabras, lo que está ocurriendo. Este proceso de destrucción que dura ya varios años y que parece tener un final cercano. Descender significa desaparecer, poner fin a una corriente emocional de varias generaciones que ha unido a cientos de miles de personas estas última décadas. Matar una ilusión.
Es el momento en el que los propietarios deben reflexionar, tomar decisiones y asumir sus responsabilidades. Y no solamente con el cese del entrenador, sino con sus funciones dentro de la sociedad y las opciones de cambio que empresarialmente tiene el Real Zaragoza para evitar que deje de existir en tan solo unos meses.
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