Parece el día de la marmota. Sea como fuere, a estas alturas de la temporada nos encontramos con la disyuntiva del cambio de entrenador, de ...

Como siempre

Parece el día de la marmota. Sea como fuere, a estas alturas de la temporada nos encontramos con la disyuntiva del cambio de entrenador, de luchar por otros objetivos muy diferentes a los propuestos inicialmente y con la angustia en el corazón del zaragocismo. Se repite la misma historia con diferentes protagonistas y con una experiencia que parece no valer de nada después de cinco temporadas.
La imagen ofrecida en Almería fue penosa, impropia de un Real Zaragoza que debería haber aprovechado la fortuna de la semana pasada en la Romareda ante el Rayo Vallecano para imponer su criterio en el estadio de los Juegos Mediterráneos. Y volvió a jugar sin intensidad, regalando el balón, cometiendo unos errores inadmisibles en defensa, sin posesión de balón, ni oportunidades de gol. Y para colmo, recibiendo un último tanto de los que se repiten miles de veces en las televisiones de todo el mundo.
Es el momento de que cambien las cosas, que los dirigentes del club reflexionen sobre el presente y el futuro de su cuerpo técnico y de su plantilla. Si le dan la confianza al entrenador, que no sea semana a semana. y si deciden cambiar, que lo hagan cuanto antes. Y que piensen en fichar en el mercado de invierno para fortalecer una plantilla que se descose por todas sus costuras.
Natxo González debe cambiar el sistema de juego porque, hoy por hoy, no le ha dado resultado. Ya no hay ni sensaciones ni resultados, simplemente una colección de encuentros repetidos donde el real Zaragoza es inferior a sus adversarios aunque estén por debajo de él en la tabla. Y el problema es serio ya que la afición puede comenzar a cansarse después de ser ejemplar a lo largo de estos primeros meses de competición. Cada uno tendrá que asumir sus responsabilidades, desde el consejo de administración hasta el último futbolista. Porque ahora hace falta dar un paso adelante con absoluta convicción y no venirse abajo como da la impresión que amenazan con hacer los actores de una película que ya hemos visto antes. y no nos gusta en absoluto.

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El fútbol, después de cuarenta y dos jornadas de liga, termina siendo justo la mayoría de las veces. Es cierto que el Real Zaragoza había de...

La suerte también cuenta

El fútbol, después de cuarenta y dos jornadas de liga, termina siendo justo la mayoría de las veces. Es cierto que el Real Zaragoza había dejado escapar un puñado de puntos en la Romareda por mala fortuna pero el sábado, ante el Rayo, la suerte favoreció a los blanquillos. Marcar tres goles para ganar es una barbaridad en Segunda División y mucho más para un equipo que apenas crea oportunidades. En este caso, con menos disparos a puerta que los vallecanos, se consiguió un triunfo que sirve para respirar y tomar fuerzas de cara al futuro. Porque una derrota, incluso un empate, hubiera sido un mazazo para el entrenador y su equipo.
Pese a la importancia de los tres puntos el Real Zaragoza sigue jugando de manera intermitente y sin un claro planteamiento de los partidos, muy a la expectativa de los contrarios. Con escasa contundencia atrás, sin creación de juego y muchas urgencias en ataque.
La Romareda ya tuvo algunos silencios y algunos murmullos contra el Rayo aunque la victoria final tranquilizase a la afición zaragocista. De momento, porque se consiguió por los pelos y apelando a la heroica. Ya han pasado más de tres meses de competición y no está claro que se pueda luchar por los puestos de promoción aunque todo está muy apretado arriba y abajo. Consiste en ganar dos encuentros seguidos, no perder la estela, saber cerrar los partidos y confiar algo más en sí mismos.
Natxo González está obligado a postar con más fuerza por la victoria y a utilizar con mayor criterio sus jugadores. Leer mejor los encuentros aprovechando su banquillo y teniendo preparados a los suplentes para salir con fuerza y no ser simplemente elementos de decoración.
Desde el viernes hasta el parón de las navidades el Real Zaragoza tiene la necesidad de recuperar el terreno perdido. Y en el mercado de invierno, moverse con rapidez. El momento es el idoneo para saber si van a ser capaces o no de intentar colarse entre los seis primeros.

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