La Romareda no se le da bien al Real Zaragoza. Y me preocupa. Con la derrota de esta mañana ya van cinco, todas ellas con el mismo marcado...

Vuelta a empezar

La Romareda no se le da bien al Real Zaragoza. Y me preocupa. Con la derrota de esta mañana ya van cinco, todas ellas con el mismo marcador, sin conseguir un solo gol en todos esos encuentros. Después de hacer lo más difícil, vencer en Vallecas y encarrilar la eliminatoria de Copa en Valencia, el equipo ha sucumbido presa de sus propios errores. Y de la actuación arbitral, por supuesto, que permitió una dureza fuera de tono en los valencianos.
Es posible que si hubiera señalado penalty en el codazo de Navarro a Sapunaru el colegiado del encuentro, todo hubiera cambiado. Porque el defensa granota tenía que haber sido expulsado. Esa jugada ocurrió justo antes del terrible fallo defensivo que favoreció el gol del Levante. Achacable solamente a la falta de contundencia de los zagueros blanquillos.
También es cierto que el fondo de armario es insuficiente; no había un relevo para Carlos Aranda, habitualmente tocado después de jugar un partido completo. Tampoco ayudó que Loovens volviera a resentirse o que Pinter no pudiera aguantar sus moletias. Jugadores de cristal que obligan a recomponer una alineación que pocas veces se puede repetir.
El árbitro influyó en el marcador, el Levante ofreció una cara feroz, el cansancio hizo mella... pero tampoco se supo leer bien el partido en la primera parte ni enfrentarse de manera solvente a un rival que todo el mundo sabe cómo juega. Que la pasión y el dolor de una derrota no signifique que dejemos de ver la realidad de las cosas. Queda mucho trabajo por hacer y hay que atarse los machos para seguir en busca de la permanencia; hoy por hoy, el principal objetivivo del Real Zaragoza.

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