
Me saludaron personas mayores que yo, gente de mi edad, jóvenes y críos que aman en su inocente corazón al Real Zaragoza aunque solamente conozcan el dolor de las derrotas y salvaciones in extremis. Una tarde, que se convirtió en noche, con la luna llena iluminando el cielo sobre la Romareda, y que se prolongó hasta que llegó la madrugada para muchos que celebraron el derecho a seguir sufriendo.
Me molesta que desde Granada se dude del Real Zaragoza. Que se piense que el Athletic, el Levante o el Racing no hicieron lo posible por ganar en la Romareda. A mi me da la impresión que no nos ha regalado nadie nada, como tampoco el equipo nazarí cuando perdió en nuestro estadio. Y que se lancen acusaciones sin pruebas, lo que puede llegar a ser presuntamente un delito. Porque difama, que algo queda. Y no me pareció correcta la actuación de los responsables granadinos en sus declaraciones previas y posteriores, dudando de la honorabilidad de Clos Gómez. Cuando queda claro que fue penalty el placaje y derribo a Cristiano y ellos se metieron el gol en propia puerta. Y los insultos de jugadores que perdieron los papeles, del que le arrojó la botella a la cara al árbitro aragonés. Sobre el origen del colegiado se les llenó la boca hablando de la procedencia zaragozana de Clos, ignorando u ocultando que el trencilla de la Romareda era andaluz. He tenido que soportar los insultos de algunos seguidores rojiblancos, completamente desaforados, que han arrojado la toalla cuando queda un partido por jugar. Lástima que no se tenga la educación y el respeto debido a las opiniones de los demás cuando la comunicación se produce sin mirarse a los ojos. Los hay también ignorantes y acomplejados que comparten mi espacio vital en las redes sociales y se tachan de zaragocistas, limitados en su inteligencia y atormentados por su propia pobreza emocional. Buscando su minuto de gloria y excitados con el contacto en la red a través de twitter.
Por último, y dejándome llevar por la nostalgia, haré referencia a una efemérides, a la muerte de mi padre hace ocho años. Un 7 de mayo, en una mañana luminosa de primavera, en paz con el mundo y con su alma. Poco después de conseguir el Real Zaragoza su última Copa del Rey. Afortunadamente sin llegar a imaginar el tremendo desastre que poco después sufriría el club y que nos ha llevado a un tiempo de tinieblas y amargura. Muchas veces echo de menos consultarle decisiones que debo tomar, conocer su impresión sobre dudas que me asaltan sobre una profesión que es cada vez más complicada en un mundo en crisis y egoísta. Que encuentra solamente la soledad cuando busca desesperadamente comunicarse, pero que es tan soberbia que solamente se escucha a sí misma.
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