Escribo estas líneas nada más llegar a casa, más allá de la una de la madrugada. Después de un día difícil y que ha tenido un desenlace muy ...

Todo se derrumba a nuestros pies

Escribo estas líneas nada más llegar a casa, más allá de la una de la madrugada. Después de un día difícil y que ha tenido un desenlace muy desagradable. Sinceramente, creía que el Real Zaragoza iba a ganar esta noche su partido de Copa y que este triunfo podría significar un punto de inflexión en la caída libre que desde dos meses nos precipita al abismo. Más aún, pese a jugar mal y sin criterio, como las últimas semanas, esperaba que el marcador no se moviera y daba por bueno hasta el empate a cero que significaría seguir adelante en el torneo.
Arrastrándonos, sin merecerlo, pero agarrados a la vida. Después del lamentable y triste episodio de los últimos cinco minutos, con dos goles que reflejan las carencias de la plantilla y el desastre táctico de un equipo mal trabajado, el mundo se me ha venido encima. Afortunadamente tenía que seguir después de radiar el partido, porque comenzaba después de la once de la noche "Tiempo Extra". No podía dejarme llevar por el abandono ya que tengo una responsabilidad desde hace muchos años con la audiencia y la propia adrenalina de comenzar un programa, me ha concedido fuerzas para llevar mi trabajo adelante.
Respeto a Javier Aguirre por su trayectoria, por su formación y por su educación. Que demostró concediéndome una entrevista en directo media hora después del fracaso deportivo. También tengo que agradecer la profesionalidad de Rubén Ramos al concertar la cita y a mi equipo de trabajo, especialmente a José Carlos Franco, por las gestiones para que ello fuera posible. Aguirre mantuvo el tipo con dignidad, se refugió en argumentos que él hizo consistentes pero que no tenían fundamento. Asumir su responsabilidad, agarrarse a la segunda vuelta de la Liga y a los tres partidos que faltan para cerrar la primera rueda, no son suficientes motivos para pensar que esto va a cambiar. El equipo está destrozado, sin cerebro, sin corazón y sin alma, como ya he dicho en otras ocasiones. El técnico mexicano está tan agotado como la plantilla y ha sido arrastrado por la tendencia contaminante de Agapito, que todo lo destruye.
No sé qué va a pasar, si el descenso se producirá irremediablemente con un ridículo espantoso en cada partido hasta batir otros registros negativos que ya se han pulverizado esta temporada. Si desaparecerá consumido por las deudas o empujado por los demás, ayudando al suicidio cruel del Real Zaragoza. O si, por el contrario, tanto dolor por fin excita a las masas y existe una corriente canalizada, quizás por la Asociación de los Pequeños Accionistas que en estos tiempos de crisis y profunda amargura, le planteen seriamente a Agapito comprar sus títulos y hacerse cargo del club con un amplísimo respaldo popular. Y que junto a ello llegase el espaldarazo de las entidades financieras y la propia administración local y autonómica, el apoyo de la Liga, de la AFE y de los acreedores del club.
No lo sé, siempre he creído que, a grandes males, grandes remedios. Y que tiene que estallar la situación para que se tomen medidas urgentes y de compromiso. Ojalá que sea sí, que se consiga un botín lo suficientemente apetitoso para que Agapito acepte el dinero y deje de hacer cada vez más grotesca e irreconocible la imagen del Real Zaragoza,

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