Hay un momento en la vida en el que miras a tu pareja y ésta baja los ojos para no coincidir la mirada. Que buscas acariciar sus manos y los...

Es el momento de reaccionar

Hay un momento en la vida en el que miras a tu pareja y ésta baja los ojos para no coincidir la mirada. Que buscas acariciar sus manos y los dedos se deslizan inmóviles hasta que se separan de los tuyos. Que buscas iniciar una conversación y no recibes mas que el eco del silencio. Que intentas pasear a su lado y el camino de ambos se bifurca. Sin que haya habido discusiones, cambios sustanciales en la vida o disgustos que dejen huella... Se percibe el inmenso dolor del final, la crueldad de la realidad y un largo proceso de distanciamiento que convierte a la otra persona en un ser desconocido del que te unen solamente los recuerdos. Es posible que tus hijos, al hacerse mayores, hayan desencadenado la desunión al soltarse los lazos que nos unían. Parece imposible hacer nada para evitarlo por que el trabajo ocupa la mayor parte de nuestro tiempo y cada uno ha resuelto su propia vida ocupando los vacíos sentimentales.  Es cierto que se puede vivir así durante años, porque una ruptura definitiva es aún más complicada y traumática. En el fondo, no existe una tercera persona o destellos de violencia que hagan insoportable la convivencia. Se trata de ahogar el sufrimiento, de limpiarse de las mejillas las solitarias lágrimas que han brotado de tus ojos y de seguir hacia adelante.
Puede pasar lo mismo con el sentimiento zaragocista de los últimos años, agravado con descensos, quiebra económica y deportiva, desilusión y rechazo. En esta ocasión los motivos para abandonar son justificados y sobrevivirían a un juicio sumarísimo si éste se llevara a cabo. Los aficionados blanquillos tendrían derecho a rasgarse las vestiduras y a renegar de su pasión, de sus colores. Pero la culpa no la tiene el espíritu del Real Zaragoza, la figura de la gran amante tierna y complaciente, capaz de exigir de tí mismo los más grandes sacrificios. La culpa es del entorno, de la realidad que no hemos querido ver a lo largo de los últimos años, de nuestra falta de reacción, del abandono que cada vez nos deja más inermes ante la realidad. El club, la institución, no es el culpable. No podemos volverle la cara y dejar que desaparezca entre la vergüenza y el escarnio, estando en boca de todos, quedándose en la desnudez más morbosa y pornográfica.
Habrá que hacer algo, ser consecuentes con nuestras emociones, impedir que se venga abajo toda la historia para después lamentarnos de por vida por nuestra falta de reacción, por nuestra rendición más ignominiosa. Debemos estar atentos a lo que se mueva en el entorno y tomar partido. Antes de que sea demasiado tarde.

1 comentario:

  1. ¿Y que podemos hacer los socios? Yo no pienso volver a pagar al año que viene para que vuelva a pasar lo mismo, aunque creo que ésta vez si que seria un milagro que nos salvemos. Estoy harto de gastarme un dinero que me sale del alma para luego pasarlo mal cada dia que voy al campo; creo que en este año se quedan mis 14 años de socio desde que era pequeño. No me gasto el dinero por éste Zaragoza.

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