Salir derrotados del campo municipal de Reus fue un golpe inesperado. Sin desmerecer al equipo catalán, que también se jugaba la permanencia...

Estremecidos

Salir derrotados del campo municipal de Reus fue un golpe inesperado. Sin desmerecer al equipo catalán, que también se jugaba la permanencia, parecía que las posibilidades de conseguir un marcador favorable eran elevadas. Se venía de una buena primera parte ante un equipo superior como el Getafe que aprovechó sus ocasiones para remontar. Se pudo, incluso, empatar en los segundos finales y la moral no se quebró pese a la derrota. Quedaban balas en la recámara y el disparo en tierras tarraconenses debía ser certero pero el tiro salió por la culata. Y nos dejó tocados y estremecidos, con la realidad otra vez pisándonos los talones y el descenso como una posibilidad que se presentaba como posible.
El cambio de sistema con la inclusión de Samaras no funcionó aunque el griego se comprometió durante todo el partido e hizo lo que pudo. Pero Ángel no estuvo afortunado, las bandas no ocasionaron peligro, el centro del campo no creó juego y la defensa falló otra vez más de lo permisible. Mal partido, solamente un par de ocasiones a favor y un equipo adversario que táctica y físicamente sabía lo que hacía aunque sin calidad ni pegada.
Superado este triste episodio, de cara al próximo compromiso en el coliseo zaragocista, no tengo ninguna duda sobre la respuesta de la afición el viernes en el crucial partido contra el Cádiz. Veo a la gente en los desplazamientos, en la Romareda, por la calle. Leo sus opiniones en las redes sociales, hablo con ellos. Jóvenes y mayores, hombres y mujeres, eruditos y gente sencilla. El poso de los seguidores zaragocistas es de un calado profundo, sin reticencias ni tonterías. Existe una pena muy honda, una insatisfacción evidente, un dolor insoportable. Pero el viernes se concentrarán con toda la ilusión que puedan compartir con los que estén a su lado para colaborar en un triunfo necesario, agónico, dramático. Escribo estas lineas de noche, ya el 10 de mayo. Cuando se cumplen veintidós años de la mayor gesta zaragocista de su historia. Y cuando ahora nos arrastramos por la peor época de los últimos setenta años del club. Jamás pensé en que esto, lo que estamos sufriendo los últimos años, pudiera ocurrir. Ni que llegaría a celebrar una victoria con tantos deseos como esta. Pero es lo que nos ha tocado vivir y debemos asumirlo y superarlo. Y cuando se consiga, pedir explicaciones y exigir los cambios profundos y necesarios que se precisan para no continuar en el infierno.

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