Hace más de dos semanas que no he tenido la posibilidad de ponerme delante del teclado para expresar mis sentimientos sobre lo que ocu...

El fútbol español se viene abajo

Hace más de dos semanas que no he tenido la posibilidad de ponerme delante del teclado para expresar mis sentimientos sobre lo que ocurrió en Balaídos, el agónico triunfo ante el Mallorca y el futuro que nos espera a corto plazo. Y lo cierto es que he opinado en la radio,en la televisión y a través de otras publicaciones con profusión y frecuencia, pero siempre obligado por mi trabajo. Ahora, en una tarde festiva y tras la derrota del Barcelona en el Nou Camp (partido que no he visto, como tampoco el del Bernabéu), aprovecho unos minutos de asueto para manifestar mi preocupación por lo que está pasando balompédicamente hablando.
Me molestó mucho, me indignó incluso, que el Real Zaragoza se rindiese en el campo del Celta. Que no ofreciera la necesaria combatividad en un encuentro dramático y que cayese al último puesto de la tabla clasificatoria. Creí que todo había terminado y que nos íbamos a instalar definitivamente en el farolillo rojo abandonados a nuestra suerte. Canté los tres goles del pasado sábado con la energía y la ilusión que hacía tiempo no sentía, especialmente el tercero, en un ambiente zaragocista de lujo, animado en el envoltorio de unas gradas que empaparon a los jugadores blanquillos de un complemento fundamental para mear sangre ante uno de los peores clubes de esta liga.
Y esta noche, mientras cenaba en casa (algo inusual desde hace más de dos años), he sentido lástima por el abismo hacia el que se precipita el fútbol español. Alemania le ha dado una señora lección al Real Madrid, al FC Barcelona y a la Liga de Fútbol Profesional. Ese grupo de presidentes de clubes que deben más de 3.500 millones, que tiene a 22 SAD en proceso concursal y que le ha vendido su alma al diablo. El tan alabado destino de la mayor parte de los derechos televisivos al monstruo mediático de dos cabezas ha empobrecido nuestra competición y ha hecho que pierdan competitividad Madrid y Barça. Se aburren de ganar Ligas y Copas, de poder comprar lo que quieran, de ser los grandes favorecidos en los medios nacionales que basan su programación, transmisiones, páginas y webs en una guerra entre aficiones y simpatizantes.
Pronto se darán cuenta los operadores televisivos que la gente se cansa de consumir siempre lo mismo, los derbys, los partidos de año, las expectativas insatisfechas de ganar la Champions. Y que las aficiones del resto van menguando porque el espectáculo que se ofrece, excepto contadas excepciones, no son nada gratificantes. Que el precio de las entradas disuade a la gente de acudir a los estadios y que éstos se van a quedar como auténticos mausoleos. Edificios sin utilidad y sin vida, sucios, vetustos, donde en el mejor de los casos, se refugian en algunos recintos gente violenta y que se escuda en el fútbol para alimentar su fundamentalismo.
El balompié español se viene abajo. Y con él, también el Real Zaragoza. Desposeído de su señorío, secuestrada su historia, condenada su afición a sentir como éxito las sospechosas permanencias o los épicos finales de temporada, como en Valencia o Getafe. Esto ni me convence ni me gusta, me cansa y me agota. Porque, y esto es lo peor, no parece que vaya a tener fin a corto plazo.

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