Agapito Iglesias entiende que aparecer de vez en cuando en los medios y soltar promesas que incumple reiteradamente, tranquiliza a la afició...

La estrategia del silencio

Agapito Iglesias entiende que aparecer de vez en cuando en los medios y soltar promesas que incumple reiteradamente, tranquiliza a la afición. Los seguidores blanquillos están cansados de escuchar siempre lo mismo y no dejan de sorprenderse de los inventos del presidente, incluídos los fondos de inversión futbolísticos. Tiene toda la pinta que con estas operaciones el que menos gana es el Real Zaragoza y, desde luego, ha alarmado a la afición blanquilla, a la propia plantilla y a todo el mundo del fútbol. Ahora parece que se ha calmado un poco la peña, pero más por el paso del tiempo y el deseo de fichajes que por otra cosa.
A estas alturas de la pretemporada, ya vamos tarde. La salida de Contini y Goni estaba cantada; el italiano quería marcharse de aquí (dice que por circunstancias personales) pero más de uno piensa que por la inestabilidad económica. El italiano estaba desde hace tiempo con la cabeza fuera de aquí y era un lastre más que un elemento potencialmente interesante, pero el problema estriba en por qué no se supo estimular a un futbolista que cuando llegó se convirtió en un activo para el club. También estaba clara la salida de Raúl Goni porque Aguirre nunca ha confiado en él y su forma de entender el trabajo defensivo en la zaga es diferente a las características del canterano. Al técnico mexicano no le podemos pedir una apuesta mayor por la cantera que la del máximo accionista y su misión es impedir el descenso con uñas y dientes.
Toma cuerpo el hecho de que Agapito espere al fin de semana o al propio lunes para presentar de golpe a dos o tres fichajes de cierto renombre (ahora, cualquiera que venga será recibido con tracas y fuegos artificiales). Él piensa que de esta manera recibirá el aplauso de las masas y será vitoreado desde el graderío. Me consta que las personas que están en el poder (deportivo, político o empresarial) se creen sus propias mentiras y piensan en su designio mesiánico. Se creen salvadores y necesitan respirar su propio aire viciado en la burbuja en la que ellos mismos se han encerrado. Eso sí, con el coro de aduladores en su entorno que chupan de la ubre de la vaca hasta hartarse y que son los primeros traidores cuando la burbuja revienta.
Sea como sea, la estrategia del silencio del máximo accionista desespera a la afición, demasiado castigada en los últimos años y harta de que se le tome el pelo con propuestas y aventuras de escaso resultado mientras el prestigio y la fortaleza del Real Zaragoza se resquebraja como estremecida por un terremoto permanente.

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