Era de suponer. Ayer nos dimos un atracón de realidad. Seguiremos sufriendo hasta el final después de perder una magnífica ocasión para da...

Reventón

Era de suponer. Ayer nos dimos un atracón de realidad. Seguiremos sufriendo hasta el final después de perder una magnífica ocasión para dar un salto de calidad en la Liga. Cuarta derrota en la Romareda que parece un lugar abonado para que cualquiera, sin más argumentos que nosotros, se lleve el botín con suma facilidad. Otro error defensivo penado con el gol, ese que nos persigue desde el comienzo de temporada; menos que otros años pero igualmente dañino porque nos sigue costando puntos.
Jiménez se equivocó y lo reconoció: la acumulación de delanteros no favorece el ataque ni es siempre definitivo a la hora de marcar. Y no se puede perder en diez minutos la exigua renta de un empate conseguida en ochenta. Una derrota que significa un reventón en la ilsión de una masa de seguidores que volvió decepcionada a su casa tras la estúpida noche de un lunes que jamás será de fútbol pese a que insistan los dueños de las imágenes, tomándole el pelo a la afición y llenándose los bolsillos hasta que destrocen el fútbol con su codicia.
El Real Zaragoza está acostumbrado a sufrir, a ganar de manera heroica y a sentir la necesidad de una presión que le obligue a mantenerse con vida. No padecer la ansiedad relaja los ánimos y limita la tensión. El cambio a la normalidad debe ser progresivo y costará un tiempo porque el sufrimiento de los seis últimos años pasa factura.
Ahora habrá que armarse de valor y salir a los Cármenes sin complejos. Sabiendo que se trata de otra competición y que tenemos todavía recorrido en ella. Y no lamentarse por haber perdido, sino alimentando las ganas de seguir adelante y de calmar el dolor de una derrota que debe servir de enseñanza para el futuro más inmediato.

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