La costumbre de ascender por los pelos y padecer dos temporadas consecutivas con salvaciones agónicas, nos habían convencido de que, para Ag...

Miedo a lo desconocido

La costumbre de ascender por los pelos y padecer dos temporadas consecutivas con salvaciones agónicas, nos habían convencido de que, para Agapito, todo es posible. Hasta hace solamente unos meses los problemas económicos no parecían tan graves y los fichajes en el mercado de invierno, o los cambios de entrenador, habían obrado el milagro. Pero desde la gran fiesta zaragocista del estadio Ciudad de Valencia, el decorado cambió completamente. En realidad, después de los rumores sobre la venta de la sociedad, muchos teníamos la impresión de la marcha del máximo accionista del club.
Se desencadenaron los acontecimientos con la entrada en el proceso concursal, el cambio de gran parte de la plantilla, la huelga de futbolistas, el 0-6 del primer partido en la Romareda, las dos victorias consecutivas en el tramo inicial... En plena crisis deportiva, llega Salvador Arenere como consejero delegado junto a otros tres colaboradores, para poner en orden la entidad. Pero tras la destitución de Aguirre y el recibimiento de Jiménez, el nuevo equipo huyó despavorido tras los supuestos incumplimientos del accionista mayoritario. No llegaron fichajes de relevancia, Agapito decidió no acudir al estadio para evitar los silbidos y los abucheos, llegó la concentración frente a la Romareda y la primera "agapitada" y tras la sorpresa de un triunfo merecido en Cornellá, la evidencia del descenso se confirmó el lunes contra el Betis.
Así las cosas el futuro se abre con incertidumbre, con miedo a lo desconocido. Jamás, en los últimos sesenta años, se había producido un descenso con tanta anticipación, sin luchar hasta el final. ¿Qué pasará ahora? ¿Con qué actitud saldrán los futbolistas al terreno de juego? ¿Llegarán goleadas de escándalo, que hagan más triste y vergonzante el hundimiento a la Segunda División? ¿Acudirá la gente al estadio?
Pero lo peor, aún siendo terrible, es que se mantenga todo igual. Que continúe Agapito al frente. De esta manera, no habría ni solución ni salida para un club que terminaría desapareciendo, quizás después de un humillante descenso a Segunda B.
A partir de ahora, desde los grandes centros financieros y políticos, se tienen que tomar decisiones. Con rapidez, sin que les tiemble el pulso. Porque, de lo contrario, la sociedad se volverá contra ellos por cómplices, al haber levantado los brazos y quitarse el muerto de encima.

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