He comentado en más de una oportunidad que acostarse los domingos por la noche pensando en la derrota del Real Zaragoza no era lo peor que p...

Despertar sin resaca

He comentado en más de una oportunidad que acostarse los domingos por la noche pensando en la derrota del Real Zaragoza no era lo peor que podía pasarles a los aficionados blanquillos. Resulta mucho más doloroso despertarse el lunes y que la primera imagen sea la de una derrota más en una Liga donde hemos estado a punto de batir nuestro peor registro de la historia. Y sentir la impotencia de permanecer hundido en el fango, sin más movimiento que el de arrastrase entre la basura y las aguas fecales. Ganar significa despertar sin resaca, sin ese terrible dolor de cabeza y malestar general que te acompaña durante horas después de una noche de alcohol.
Vamos a disfrutar del triunfo, de tomar aire, de seguir con un hilo de vida mientras las jornadas van pasando sin que se definan otros dos candidatos al descenso al margen del propio Real Zaragoza y del Sporting, que ha fichado a Clemente. Lo cual, como pasa con Lillo, es un argumento fundamental para pensar en la pérdida de la categoría. Manolo Jiménez parece firme pese a los mareos que sintió después de perder contra el Rayo Vallecano en la que parecía la última oportunidad de mantenernos. Y ahora es el único que mantiene la dignidad en el vestuario, con muchos jugadores que no van a continuar la próxima temporada y que no tiene raíces en nuestra ciudad. Como profesionales, en el más estricto sentido de la palabra, trabajan a cambio de un salario que, además, no tienen seguro dadas las condiciones económicas a las que hemos llegado por culpa de la gestión de Agapito.
Otra vez cargamos las caducas armas para luchar contra los enemigos, sabiendo que en nuestro mismo ejército hay traidores que pueden favorecer la propia derrota. No se trata del elemento deportivo, donde nada podemos hacer quienes estamos al otro lado del estadio, sino en ese entorno cada vez más viciado y convulso que puede estar a punto de estallar. Se trata de aguantar un poco más, de apretar los puños y cerrar bien la boca para que nuestros dientes chirríen mientras nos desplazamos con dificultad unos centímetros hacia adelante.
El lunes será otra historia, el comienzo de la remontada o el principio del fin, pero tenemos que estar preparados para lo que haga falta. Con la misma intensidad en cualquiera de los casos. Será inevitable y, por eso, deberemos asumirlo con valentía, pase lo que pase.

 

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