Cuando el Real Zaragoza encaja un tanto parece imposible remontar el partido y muy difícil empatarlo. Y mucho menos en casa, donde la fragilidad es alarmante como demuestran los resultados. Convendría darle una vuelta de tuerca a la idea de fichar un delantero que marque goles porque Ortuño ha vuelto a su escasa capacidad realizadora del comienzo de la temporada y Ángel no termina de encontrar su posición en el terreno de juego, excesivamente alejado del área adversaria. La entrada de Pedro en la posición de Diamanka solamente ha parecido tener cierto efecto en la primera parte, pero no hay quien sea capaz de recibir los pases de gol con garantía de éxito.
Otra vez parecía que podía pasar una semana jugando el equipo sin que marcase un gol y sin soluciones desde el banquillo. Estar en el filo de la navaja en busca de no encajar goles y así puntuar no es suficiente para ascender y no sé si para luchar por la promoción. En esta Segunda División tan vulgar e igualada no cabe la mediocridad y la falta de valentía.
La derrota de esta mañana es un importante paso atrás en la lucha por el regreso a Primera y me deja muy vacío sobre las expectativas de futuro. Es posible que sea por la mala leche que se me ha puesto por la derrota, pero es una reacción tan humana como lógica y que espero se vaya disipando a medida que pasen las horas.
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