No conviene equivocar los términos, ni tampoco estigmatizar a quienes pensamos que la permanencia es muy difícil. Comparto la ilusión y los ...

No conviene equivocar los términos, ni tampoco estigmatizar a quienes pensamos que la permanencia es muy difícil. Comparto la ilusión y los deseos de evitar el descenso pero creo que hay que mirar el futuro a muy corto plazo y el Real Zaragoza no depende de sí mismo. Hay otros equipos involucrados y la situación interna del club es muy compleja, así como su trayectoria a los largo de los últimos años. Los escépticos desconfiamos sobre la verdad o la eficacia de alguien o algo; los pesimistas tienden a ver las cosas de un modo negativo. Sin entrar en las ideas de Pirron, filósofo griego del siglo IV antes de Cristo, o en la desesperación de Schopenhauer manifestada en el siglo XIX, la verdad es que prefiero no dejarme llevar por las emociones más allá de la satisfacción o gozo momentáneos. Es mucho más racional valorar las cosas en su justa medida.
Así las cosas, no es menos cierto que liberas una gran tensión cuando cantas un gol en el minuto 94 de partido y supone el 1-0 con el que sumas tres puntos. Luego te disgustas con los marcadores de Racing, Sporting y Villarreal, pero esa descarga de adrenalina anterior te hace ver las cosas de otra manera. Por lo menos, no sufres y puedes respirar tranquilo durante una semana. Pensando, eso sí, en el próximo partido que es, ni más ni menos, en el Molinón frente al Sporting. Guardo un buen recuerdo de Gijón. He pasado momentos muy emotivos allí y la gente se ha portado bien conmigo. Les deseo lo mejor a los gijoneses y ojalá se librasen del descenso, pero nunca a costa de que perdiese la categoría el Real Zaragoza. Me pasa lo mismo con Santander, ciudad que visito con frecuencia y que me encanta, como sus alrededores. Una lástima que tengamos que competir para mantener el tipo, aunque también es posible que los tres clubes suframos la tragedia de bajar a Segunda División.
No sé qué va a pasar. Preparo, no obstante, diferentes operativos por si nos mantenemos con vida las tres últimas jornadas de Liga. La radio estará allí aunque no podamos pasar a los estadios... Si es necesario, estaremos fuera y conseguiremos las imágenes de televisión como sea posible técnicamente. Pero me resisto a perder la posibilidad de compartir con la afción zaragocista los nervios de una victoria, la agonía de un triunfo, los momentos previos y posteriores a otra tarde mágica en un escenario deportivo donde lo más sano, lo más entrañable, es la entrega de una afición que nunca le ha vuelto la espalda a su club.

Apetece despertarse y recordar el triunfo del Real Zaragoza. El sueño ha sido reparador después de una dura jornada con tantos nervios y ans...

Apetece despertarse y recordar el triunfo del Real Zaragoza. El sueño ha sido reparador después de una dura jornada con tantos nervios y ansiedad, pasando del pesimismo más absoluto al estallido de júbilo tras unos minutos finales de infarto. Esperamos seguir vivos hasta el final, pase lo que pase, aunque el equipo descienda. Pero con el deseo de mantener la moral y la dignidad intactas hasta que sea irremediable si se produce el descalabro.
Roberto fue otra vez la piedra angular de un equipo sin esquema, que juega a golpes y que hizo de la necesidad virtud tras las expulsión de Pablo Álvarez. Sin él, jugó mejor el equipo y dio una mejor impresión, aunque el Valencia nos pasara por encima.
Increíble, pero cierto. Con solamente tres disparos a puerta y nueve jugadores sobre el terreno de juego en los minutos finales del partido, se aguantó el diluvio y se sumaron tres puntos imposibles. Calambres, lesiones, expulsiones, bajas... el partido contra el Atlético de Madrid vuelve otra vez a ilusionar a la afición. Contra un conjunto irregular, capaz de lo mejor y lo peor, en nuestra misma disposición planetaria de caos estelar.
Mientras tanto estamos a la espera del cerco político, administrativo y social sobre el máximo accionista del Real Zaragoza. Que lanzó un órdago sobre la venta y al que se le pueden complicar las cosas más allá de lo que pensaba él y sus astutos asesores. Es lo que pasa por jugar con las emociones de miles de personas y enfrentarse a la clase política, a los de antes y a los de ahora. Espero que los movimientos de los que me informan personas bien informadas se concreten y las cosas cambien. Será solamente el primer paso, porque no será fácil reconstruir un edificio en ruinas que se cae a pedazos. La historia posterior a una guerra suele ser tan dura como el propio conflicto.

Es verdad que cada vez las cosas son más difíciles y que el romanticismo queda oculto bajo la capa de la velocidad de vértigo que lleva nues...

Es verdad que cada vez las cosas son más difíciles y que el romanticismo queda oculto bajo la capa de la velocidad de vértigo que lleva nuestra vida. Recibimos tanta cantidad de información que resulta difícil asimilarla, procesarla o incluso gestionarla. Los mensajes son cada vez más catastróficos con la crisis que no cesa, los indicadores económicos parecen peores cada día que pasa, el dinero no nos llega para disfrutar de un presente incierto y desconcertante. Los valores apenas son tenidos en cuenta y la tecnología nos sobrepasa, haciéndonos más infelices.
En esta loca carrera hacia ningún sitio, corriendo como pollos sin cabeza, devoramos nuestras ilusiones por culpa de nuestros miedos, que nos convierten en más conservadores y tacaños. Hemos dejado de sentir con el corazón a transformar nuestras sensaciones en elementos fundamentales de la supervivencia. Todo está permitido en un mundo corrupto donde la gente cabal y honrada sufre al contemplar lo que emerge a su alrededor.
Yo me he propuesto, al cumplir los 53 años, que tengo que limitar mi ansiedad, conducir mi hiperactividad e intentar ser menos desdichado. El mundo que nos toca vivir no hace más fácil esta filosofía pero el tiempo se nos escapa de las manos a chorros. Uno piensa que todavía es joven porque sigue en la brecha, físicamente se encuentra bien, mentalmente está mejor que nunca y emocionalmente no le afectan tanto las adversidades. Pero los recuerdos forman una procesión interminable y comienzas ya a olvidar rostros, a refugiarte en el pasado y a recrear tu existencia anterior. Las fotos no engañan como el espejo, que refleja lo que tú deseas ver. Ahora todo es improvisado, fugaz, sin poso.
Así las cosas, prefiero reducir la velocidad y contemplar el paisaje; sin importarme si luce el sol, llueve o sopla el viento. A cada imagen del camino merece la pena dedicarle la atención necesaria para distraerse de los problemas que se acumulan. Eso sí, tomar el rábano por las hojas y saber decir que no con educación y cortesía.
¿Que el Real Zaragoza desciende a la Segunda División? Ya prepararemos una campaña para que regrese a Primera. ¿Que sigue Agapito? Cuantos más días continúe más cerca estará su adiós; es cuestión de tiempo. ¿Que seguimos cuesta abajo y sin frenos? Ya refundaremos el club. Todo aquello que ocurre sin que podamos hacer nada por evitarlo es imposible resolverlo. Y como todo lo que ocurre es necesario, esperaremos a emplear la experencia para salir del pozo. Eso sí, con decisión, fortaleza y coraje. No nos deberá temblar el pulso a la hora de tomar decisiones. Pero despojándonos del temor para enfrentarnos con el torso desnudo a nuestro destino.

La necesidad vital de los seres humanos me invita a pensar en que algo tiene que ocurrir para cerrar este capítulo tan negro de la historia ...

La necesidad vital de los seres humanos me invita a pensar en que algo tiene que ocurrir para cerrar este capítulo tan negro de la historia del zaragocismo. Es cierto que se escuchan rumores de ciertas acciones desde los poderes públicos y foros empresariales para facilitar el cambio en la gestión del club. Y no es menos cierto que la APARZ sigue investigando los documentos facilitados por la jueza para comprobar los diferentes movimientos económicos de la sociedad. En el mejor de los casos, que todo esto fuera verdad y que se produjera un cambio de titularidad en la mayoría de las acciones del Real Zaragoza, ya vamos tarde.
El Real Zaragoza está descendido, muerto en vida, expuesto al ridículo, la humillación y la vergüenza de goleadas permanentes en casa y fuera, con números que ya son terribles y que sonrojan a cualquiera que siente los colores y que le une la corriente de emoción de miles de aficionados en ochenta años de historia. Hoy parece un día de pausa, de relax después de los acontecimientos de la semana pasada y de la derrota en Anoeta. Agapito mide muy bien sus tiempos, aunque cometa ahora más errores que antes y parezca más vulnerable. Su entrevista en la SER alimentó mucho más el rechazo de los seguidores blanquillos aunque favoreciese sus relaciones con un medio de comunicación nacional, para tener una válvula de escape en un futuro. Y el burofax a la empresa propietaria de los carteles en el Paseo de la Independencia, al hacerse público, demostró que ya comienza a sentir los golpes que recibe desde todos los frentes. Vamos, que las fuerzas le empiezan a fallar.
Lo único cierto en este tipo de procesos es que pierde siempre el más débil. Y la masa social zaragocista es el eslabón más frágil de la cadena. Se marche voluntariamente o de manera forzada, el club quedará en una situación catastrófica y muy cerca de su desaparición. La reconstrucción será larga, dura y con altibajos, además de sufrir una contaminación de pesimismo y sufrimiento generalizada, que dejará sus huellas en los miles de aficionados que están a la expectativa de noticias.
No sé cuál será el final que nos proporcione el destino. Suelo apelar al refrán de "todo lo que pasa es necesario" para intentar mirar con un sesgo positivo al futuro, pero a veces también me faltan argumentos lógicos para asimilar la situación actual. Habrá que tener paciencia, estar preparados para lo que sea y esperar al "orden cósmico" para que deje las cosas en su sitio y nos ofrezca una segunda oportunidad para hacer las cosas bien.

Las semanas se encadenan con sorprendentes disgustos, tímidos atisbos de esperanza y ocurrencias de Agapito, que bate registros de manera es...

Las semanas se encadenan con sorprendentes disgustos, tímidos atisbos de esperanza y ocurrencias de Agapito, que bate registros de manera espectacular. Le recomendaría a mi amigo y admirado Luis Alegre, zaragocista de corazón, que le contase a Santiago Segura la historia del presidente del club blanquillo para que preparase una trilogía con estrambote como la creada con "Torrente". Solamente siguiendo los hechos cronológicamente, sin interpretar absolutamente nada, tendría un éxito de público asegurado y provocaría las risotadas y la diversión de millones de espectadores. La pena es que todo esto es real, aunque parezca mentira, y no parece tenre un final a corto plazo.
Respiramos aliviados cuando el Real Zaragoza ganó con una tremenda dosis de fortuna al Villarreal, que pagó cara su prepotencia al no rematar un partido que tenía ganado en la primera parte. Fue una victoria tan sorprendente como inesperada, que alarga un poco más la agonía y que mantiene una mínima e intermitente llama en nuestro corazón. Como si midiera los tiempos de manera con premeditación y maquiavelismo, aprovechó la sensación positiva en la gente para comunicar la venta de sus acciones y llorar en los brazos de José Ramón de la Morena en el mismísimo Madrid. Una entrevista que seguí por twitter porque no escucho ese programa desde hace casi veinte años y que no gustó a casi nadie, por lo visto en las redes sociales y los foros.
Lo más cachondo fue el comunicado elaborado por los despachos de abogados Cuatrecasas, Gonçalves Pereira y Gabinete Cimbra, donde se inforḿaba sobre el proceso de venta. Informe a instancias del propio Agapito, cuya forma legal es impecable por la profesionalidad de los citados bufetes.
Lo primero que se me ocurre es que se trata de un proceso casi imposible y de una capacidad selectiva formidable. O bien ya está hecha la venta y es solamente un mero trámite, o no se desea que se produzca. Se habla de un prestigio y de una solvencia, cuyo reconocimiento es difícilmente mensurable y acreditable. También se dice que "se primarán los proyectos más sólidos que aseguren los mayores éxitos". ¿Cómo puede exigir algo que Agapito no ha llevado a cabo? Porque aquí no hay plan ni éxitos de ningún tipo. Como en su momento, al comprarle las acciones a Soláns (proceso judicializado por impagos), tampoco aseguró ni su prestigio, ni su solvencia. Aunque ahora diga que ha invertido 40 millones de euros en el Real zaragoza y que no ha ganado dinero con el club.
El último punto hace referencia a que estudiados los informes enviados, serán los asesores quienes procedan, según las referencias, a contactar con los candidatos. Pero será Agapito quien decida.
En realidad, da la impresión que se trata de otra huída hacia adelante para ganar más tiempo, echarle toda la mierda encima a la plataforma "Salvemos el Real Zaragoza" y a la APARZ e intentar demostrar a la afición que nadie puede o quiere comprarle sus acciones. Así piensa que se deshará de las molestas iniciativas de los diferentes movimientos y podrá actuar con absoluta libertad y sin presión popular, al dejar sin efecto la corriente contraria de un importante sector zaragocista.
Pero habrá que darle tiempo al tiempo y esperar un milagro, en este caso, no deportivo. Estamos ya curados de espanto y sin esperanzas de ningún tipo y por eso es cada vez más difícil provocar en nosotros un sensación de cierta seguridad en que podremos salir de esta algún día.

Al final te dejas llevar por la corriente después de soportar los calambres musculares de varias horas nadando, de ver la tierra en el horiz...

Al final te dejas llevar por la corriente después de soportar los calambres musculares de varias horas nadando, de ver la tierra en el horizonte y luchar por llegar a la orilla. El cansancio es extremo y puede más que el instinto natural de supervivencia. El barco se ha hundido, las olas son de varios metros de altura, merodean los tiburones y es de noche. Pese a todo, lo intentas, apelas a tu fuerza interior y al futuro que no quieres que nadie te arrebate. Pero es inútil, los pulmones están llenos de agua, la sal desgarra tu garganta, pareces un guiñapo a merced de los vaivenes marinos.
El Real Zaragoza se encuentra en esa misma situación porque la mayoría de los aficionados están agotados. Cinco años de Agapito han sacado de sus casillas a los seguidores blanquillos y al margen del enfado, la indignación y la incredulidad, tanto tiempo de frustración y alarma social, han llevado a una depresión que corre el riesgo de paralizar el zaragocismo.
Por eso insisto desde hace tiempo en que no debe dejarse todo en las manos de los medios de comunicación, que ya hemos comentado hasta la saciedad lo que ocurre en el Real zaragoza y lo que puede ocurrir en un futuro más o menos próximo. O en la afición, que al margen de concentraciones o "agapitadas", puedan llegar a plantearse acudir o no a la Romareda en los partidos que restan hasta el final de la temporada. La clase política, el poder financiero e incluso las diferentes administraciones deben buscar una salida para que el máximo accionista abandone el club. De lo contrario, la sociedad se lo demandará y podrían pagarlo muy caro por ser corresponsables por omisión del descalabro de una de las facetas intangibles más importantes del sentimiento de nuestra Comunidad.
Sin Agapito todo podría volver a la normalidad; la afición apoyaría un proyecto sensato de regenereación social, deportiva y económica. La propia Federación a través del estamento arbitral y la Liga de Fútbol profesional, le volverían a mirar a la cara y a ser menos inflexibles con una entidad agónica. Habría nuevos inversores, patrocinadores, la corriente de simpatía ayudaría a salir de las profundidades del abismo al club, sin las ataduras del actual propietario.
De lo contrario, la indiferencia dejará paso al abandono y éste al olvido, enterrando al Real Zaragoza en cal viva y condenando a borrar su historia de la memoria colectiva. Eso, con la emoción de los corazones de decenas de miles de personas, podría considerarse como un crimen.

La costumbre de ascender por los pelos y padecer dos temporadas consecutivas con salvaciones agónicas, nos habían convencido de que, para Ag...

La costumbre de ascender por los pelos y padecer dos temporadas consecutivas con salvaciones agónicas, nos habían convencido de que, para Agapito, todo es posible. Hasta hace solamente unos meses los problemas económicos no parecían tan graves y los fichajes en el mercado de invierno, o los cambios de entrenador, habían obrado el milagro. Pero desde la gran fiesta zaragocista del estadio Ciudad de Valencia, el decorado cambió completamente. En realidad, después de los rumores sobre la venta de la sociedad, muchos teníamos la impresión de la marcha del máximo accionista del club.
Se desencadenaron los acontecimientos con la entrada en el proceso concursal, el cambio de gran parte de la plantilla, la huelga de futbolistas, el 0-6 del primer partido en la Romareda, las dos victorias consecutivas en el tramo inicial... En plena crisis deportiva, llega Salvador Arenere como consejero delegado junto a otros tres colaboradores, para poner en orden la entidad. Pero tras la destitución de Aguirre y el recibimiento de Jiménez, el nuevo equipo huyó despavorido tras los supuestos incumplimientos del accionista mayoritario. No llegaron fichajes de relevancia, Agapito decidió no acudir al estadio para evitar los silbidos y los abucheos, llegó la concentración frente a la Romareda y la primera "agapitada" y tras la sorpresa de un triunfo merecido en Cornellá, la evidencia del descenso se confirmó el lunes contra el Betis.
Así las cosas el futuro se abre con incertidumbre, con miedo a lo desconocido. Jamás, en los últimos sesenta años, se había producido un descenso con tanta anticipación, sin luchar hasta el final. ¿Qué pasará ahora? ¿Con qué actitud saldrán los futbolistas al terreno de juego? ¿Llegarán goleadas de escándalo, que hagan más triste y vergonzante el hundimiento a la Segunda División? ¿Acudirá la gente al estadio?
Pero lo peor, aún siendo terrible, es que se mantenga todo igual. Que continúe Agapito al frente. De esta manera, no habría ni solución ni salida para un club que terminaría desapareciendo, quizás después de un humillante descenso a Segunda B.
A partir de ahora, desde los grandes centros financieros y políticos, se tienen que tomar decisiones. Con rapidez, sin que les tiemble el pulso. Porque, de lo contrario, la sociedad se volverá contra ellos por cómplices, al haber levantado los brazos y quitarse el muerto de encima.