Al final te dejas llevar por la corriente después de soportar los calambres musculares de varias horas nadando, de ver la tierra en el horiz...

Indiferencia

Al final te dejas llevar por la corriente después de soportar los calambres musculares de varias horas nadando, de ver la tierra en el horizonte y luchar por llegar a la orilla. El cansancio es extremo y puede más que el instinto natural de supervivencia. El barco se ha hundido, las olas son de varios metros de altura, merodean los tiburones y es de noche. Pese a todo, lo intentas, apelas a tu fuerza interior y al futuro que no quieres que nadie te arrebate. Pero es inútil, los pulmones están llenos de agua, la sal desgarra tu garganta, pareces un guiñapo a merced de los vaivenes marinos.
El Real Zaragoza se encuentra en esa misma situación porque la mayoría de los aficionados están agotados. Cinco años de Agapito han sacado de sus casillas a los seguidores blanquillos y al margen del enfado, la indignación y la incredulidad, tanto tiempo de frustración y alarma social, han llevado a una depresión que corre el riesgo de paralizar el zaragocismo.
Por eso insisto desde hace tiempo en que no debe dejarse todo en las manos de los medios de comunicación, que ya hemos comentado hasta la saciedad lo que ocurre en el Real zaragoza y lo que puede ocurrir en un futuro más o menos próximo. O en la afición, que al margen de concentraciones o "agapitadas", puedan llegar a plantearse acudir o no a la Romareda en los partidos que restan hasta el final de la temporada. La clase política, el poder financiero e incluso las diferentes administraciones deben buscar una salida para que el máximo accionista abandone el club. De lo contrario, la sociedad se lo demandará y podrían pagarlo muy caro por ser corresponsables por omisión del descalabro de una de las facetas intangibles más importantes del sentimiento de nuestra Comunidad.
Sin Agapito todo podría volver a la normalidad; la afición apoyaría un proyecto sensato de regenereación social, deportiva y económica. La propia Federación a través del estamento arbitral y la Liga de Fútbol profesional, le volverían a mirar a la cara y a ser menos inflexibles con una entidad agónica. Habría nuevos inversores, patrocinadores, la corriente de simpatía ayudaría a salir de las profundidades del abismo al club, sin las ataduras del actual propietario.
De lo contrario, la indiferencia dejará paso al abandono y éste al olvido, enterrando al Real Zaragoza en cal viva y condenando a borrar su historia de la memoria colectiva. Eso, con la emoción de los corazones de decenas de miles de personas, podría considerarse como un crimen.

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La costumbre de ascender por los pelos y padecer dos temporadas consecutivas con salvaciones agónicas, nos habían convencido de que, para Ag...

Miedo a lo desconocido

La costumbre de ascender por los pelos y padecer dos temporadas consecutivas con salvaciones agónicas, nos habían convencido de que, para Agapito, todo es posible. Hasta hace solamente unos meses los problemas económicos no parecían tan graves y los fichajes en el mercado de invierno, o los cambios de entrenador, habían obrado el milagro. Pero desde la gran fiesta zaragocista del estadio Ciudad de Valencia, el decorado cambió completamente. En realidad, después de los rumores sobre la venta de la sociedad, muchos teníamos la impresión de la marcha del máximo accionista del club.
Se desencadenaron los acontecimientos con la entrada en el proceso concursal, el cambio de gran parte de la plantilla, la huelga de futbolistas, el 0-6 del primer partido en la Romareda, las dos victorias consecutivas en el tramo inicial... En plena crisis deportiva, llega Salvador Arenere como consejero delegado junto a otros tres colaboradores, para poner en orden la entidad. Pero tras la destitución de Aguirre y el recibimiento de Jiménez, el nuevo equipo huyó despavorido tras los supuestos incumplimientos del accionista mayoritario. No llegaron fichajes de relevancia, Agapito decidió no acudir al estadio para evitar los silbidos y los abucheos, llegó la concentración frente a la Romareda y la primera "agapitada" y tras la sorpresa de un triunfo merecido en Cornellá, la evidencia del descenso se confirmó el lunes contra el Betis.
Así las cosas el futuro se abre con incertidumbre, con miedo a lo desconocido. Jamás, en los últimos sesenta años, se había producido un descenso con tanta anticipación, sin luchar hasta el final. ¿Qué pasará ahora? ¿Con qué actitud saldrán los futbolistas al terreno de juego? ¿Llegarán goleadas de escándalo, que hagan más triste y vergonzante el hundimiento a la Segunda División? ¿Acudirá la gente al estadio?
Pero lo peor, aún siendo terrible, es que se mantenga todo igual. Que continúe Agapito al frente. De esta manera, no habría ni solución ni salida para un club que terminaría desapareciendo, quizás después de un humillante descenso a Segunda B.
A partir de ahora, desde los grandes centros financieros y políticos, se tienen que tomar decisiones. Con rapidez, sin que les tiemble el pulso. Porque, de lo contrario, la sociedad se volverá contra ellos por cómplices, al haber levantado los brazos y quitarse el muerto de encima.

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He comentado en más de una oportunidad que acostarse los domingos por la noche pensando en la derrota del Real Zaragoza no era lo peor que p...

Despertar sin resaca

He comentado en más de una oportunidad que acostarse los domingos por la noche pensando en la derrota del Real Zaragoza no era lo peor que podía pasarles a los aficionados blanquillos. Resulta mucho más doloroso despertarse el lunes y que la primera imagen sea la de una derrota más en una Liga donde hemos estado a punto de batir nuestro peor registro de la historia. Y sentir la impotencia de permanecer hundido en el fango, sin más movimiento que el de arrastrase entre la basura y las aguas fecales. Ganar significa despertar sin resaca, sin ese terrible dolor de cabeza y malestar general que te acompaña durante horas después de una noche de alcohol.
Vamos a disfrutar del triunfo, de tomar aire, de seguir con un hilo de vida mientras las jornadas van pasando sin que se definan otros dos candidatos al descenso al margen del propio Real Zaragoza y del Sporting, que ha fichado a Clemente. Lo cual, como pasa con Lillo, es un argumento fundamental para pensar en la pérdida de la categoría. Manolo Jiménez parece firme pese a los mareos que sintió después de perder contra el Rayo Vallecano en la que parecía la última oportunidad de mantenernos. Y ahora es el único que mantiene la dignidad en el vestuario, con muchos jugadores que no van a continuar la próxima temporada y que no tiene raíces en nuestra ciudad. Como profesionales, en el más estricto sentido de la palabra, trabajan a cambio de un salario que, además, no tienen seguro dadas las condiciones económicas a las que hemos llegado por culpa de la gestión de Agapito.
Otra vez cargamos las caducas armas para luchar contra los enemigos, sabiendo que en nuestro mismo ejército hay traidores que pueden favorecer la propia derrota. No se trata del elemento deportivo, donde nada podemos hacer quienes estamos al otro lado del estadio, sino en ese entorno cada vez más viciado y convulso que puede estar a punto de estallar. Se trata de aguantar un poco más, de apretar los puños y cerrar bien la boca para que nuestros dientes chirríen mientras nos desplazamos con dificultad unos centímetros hacia adelante.
El lunes será otra historia, el comienzo de la remontada o el principio del fin, pero tenemos que estar preparados para lo que haga falta. Con la misma intensidad en cualquiera de los casos. Será inevitable y, por eso, deberemos asumirlo con valentía, pase lo que pase.

 

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Reconozco que tengo debilidad por la mitología clásica, donde se exponían las miserias humanas a través de dioses crueles y lascivos, mucho ...

La Caja de Pandora

Reconozco que tengo debilidad por la mitología clásica, donde se exponían las miserias humanas a través de dioses crueles y lascivos, mucho más humanos en el peor sentido de la palabra que los pobres mortales. Además, si me apuran, muchas de las narraciones escritas hace ya varios miles de años tienen vigencia en la actualidad porque los hombres somos iguales y tenemos los mismos instintos que en la antigüedad, a pesar de nuestra superficial capa de educación y tecnología. Una de mis lecturas favoritas desde muy joven es "La Caja de Pandora" porque su interpretación se presenta muy abierta a la ambigüedad y solamente encajando todos los argumentos, con una gran capacidad de análisis, puedes encontrar una luz que te guíe en la oscuridad. Aunque ya se sabe, "la luz que ves al fondo del túnel, es la del tren que viene de frente".
Cuenta el mito que Zeus, molesto con Prometeo por robarle el fuego al Rey Sol y entregárselo a la humanidad, encomendó a Hefesto que modelase con arcilla una doncella de belleza extraordinaria y le diera vida. Afrodita le aportó la sensualidad, Atenea el conocimiento de las artes y Hermes la seducción, la manipulación y la inconstancia. Sería un caramelo envenenado para el hombre que recibiría las desgracias más terribles envueltas en la belleza. Es decir, muy similar al Génesis del Antiguo Testamento donde Dios creó a la mujer a partir de una costilla de Adán y fue Eva la que le convenció para que mordiese la manzana prohibida y fueran expulsados del Paraíso
Pandora, y seguimos con las cosas del Olimpo, llevó a casa de Prometeo una caja con todos los males y todas las bendiciones del reino celestial. Presa de la curiosidad, otra característica atribuida a las mujeres, un día la abrió y se dispersaron por el mundo toda suerte de desgracias. Presa del temor, cerró la tapa con tan mala suerte que la esperanza quedó atrapada en ella. Para algunos, es signo de la condición humana; para otros, motivo de alegría porque podemos acceder a la esperanza si nos atrevemos a abrir otra vez la caja.
El domingo, en la Romareda, el Real Zaragoza ofreció ante los pocos aficionados que acudieron al estadio, una caja similar donde solamente con inteligencia, concentración, intensidad y carácter, podrían haber ganado el partido. Pero en esta oportunidad no había nada en su interior, ya que la esperanza había muerto de inanición después de tanto tiempo oculta. Y como si de otro suceso mitológico se tratase, la desolación proyectada por la afición zaragocista llenó el espacio vacío que se convirtió en plomo cubriéndola completamente y sin que ya sirviera de utilidad.
 

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